lunes, 12 de enero de 2009

Venturas de un instrumento


Desde los graves más melancólicos, salta y serpentea entre y por encima de los otros desplegando una contagiosa alegría. Destaca para destacar al otro. Es el perfecto compañero y no ensombrece al de al lado; todo lo contrario: escoge otro color para que los otros colores resalten aún más por contraste.Y si lo dejas sólo… ¡Ah si lo dejas sólo! Entonces es cuando muestra toda su versatilidad: ágil y ligero sondea los sentimientos más íntimos y positivos. Puede llegar a la tristeza pero no a lo sombrío, puede ser tierno y amoroso, alegre, festivo y chispeante, pero nunca chirría. Eso nunca. Es la antítesis del chirrío. Su esencia es la claridad y de ahí le viene el nombre. Como todo lo bueno, ha sufrido grandes experiencias en su desarrollo creciendo de lo poco a lo mucho. Su transformación ha sido tal, que tuvieron que cambiarle el nombre. Hoy, ya adulto, sigue siendo recto y fiable, y tiene una nutrida familia: pequeños, estirados, grandes y hasta un poco retorcidos los más mayores.Al principio era casi ventrílocuo y hubo que sacarle la boca al exterior, como debía ser. A esa bonita voz había que darle todas las posibilidades: de esta guisa, un alemán llamado Denner, fue transformando a un jovenzuelo francés llamado "chalumeau", y desarrollando todas sus potencialidades, logró aclarar todo ese lío y convertirlo en un joven maduro, bien vestido, con un traje de impecable botonadura que podía abrochar y desabrochar a placer según quisiera expresarse. Y se expresaba tan bien, de forma tan clara, que a todos cautivaba.

Todos entendían lo que decía porque llegaba al corazón, a los sentimientos. A partir de ese instante le empezaron a llamar "Clarinete".Si a Clarinete le pedías que diera una voz, él la daba perfecta. Y lo más impresionante era que también podía darla muchas octavas hacia arriba o hacia abajo. Igual se encaramaba a la cumbre más elevada que se precipitaba a la sima más profunda. Y con la misma facilidad hacía lo contrario, o podía detenerse en un valle y vagar por él de forma placentera. En verdad que no había paisaje en el que no se sintiera cómodo. Tampoco el clima era un obstáculo: tanto podía refrescar lo tórrido, como abrigar en lo gélido. Ya ven: toda una bendición.
¿Y qué ocurrió con esta bendición?. Pues que soplido tras soplido, va de boca en boca hasta toparse con otra bendición llamada Mozart. Nada más apropiado para que al común de los mortales, les llegue el tufillo de lo sublime y lo divino: cuando Clarinete y Mozart se juntan hacen sonar maravillosas Sinfonías.Una vez instalado en solistas, orquestas, bandas militares y combos de cualquier tamaño, Clarinete emigró al Nuevo Mundo donde participó en el nacimiento de una nueva bendición de nombre Jazz. Allí fue protagonista de primera fila asociándose a otros pioneros con nombres tales como Sidney Bechet y Benny Goodman entre otros muchos. En ese tiempo tuvo uno de sus momentos álgidos que fue apagándose poco a poco sin llegar a desaparecer del todo, ni mucho menos. Otra bendición llamada Saxo -ésa es otra historia- fue desplazando el protagonismo de Clarinete.
De momento, así están las cosas para Clarinete. O eso es lo que algunos, preocupados por su futuro, piensan.Clarinete nos cuenta que no ha parado de trabajar a toda pastilla en ningún momento. Desde Nueva Orleáns, Chicago y Nueva York, volvió a saltar el charco. En París volvió a tener días gloriosos. En clásica nunca ha estado mejor: asociaciones, grupos, orquestas y festivales enteramente dedicados a él. En jazz todos quieren ser Coltrane con un saxo -¡Ojalá!- y los aficionados tienen la impresión de que Clarinete ha desaparecido de la actualidad. Tampoco es cierto. A veces pasa casi desapercibido, o no le reconocen, o le confunden con un saxo. Haciendo otro salto, esta vez virtual, se instala en un blog y a través de Peplowsky, Morricone, D’Rivera, Daniels, Byron … nos muestra que su voz es tan clara y sincera como siempre.

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